Aunque está claro que para muchas generaciones, las películas del estudio de animación Disney suponen lo más cercano del mundo a la felicidad que sentían cuando eran pequeños, porque han crecido con ellas, han disfrutado de sus estrenos en cines y luego las han visto un millón de veces en vídeo, las generaciones de los 80 también han podido disfrutar de una animación totalmente diferente, algo más madura, que les ha abierto un nuevo horizonte en cuanto a gustos. La animación japonesa, con el Studio Ghibli al frente, también ha marcado por completo a muchos que hoy tienen treinta y tantos, y que han crecido igualmente con Chihiro, Totoro y Mononoke, de la misma forma que lo hicieron con Mulan, Simba o Pocahontas.
Lo realmente interesante del Studio Ghibli es que a través de sus películas, tanto las de Takahata como las de Miyazaki, se cuentan historias fantásticas, con ese punto de realismo mágico tan atrayente, que hace además que se den a conocer las costumbres y los cuentos folklóricos japoneses. Una de las últimas películas del estudio nipón fue El Cuento de la Princesa Kaguya, estrenada en 2013, y basada en una historia popular japonesa que ha tenido mucho eco en la cultura de aquel país. Gracias a la película, ahora son muchos más los que conocen esta historia en todo el mundo. Pero nosotros queremos ahondar más en la raíz, en el origen de todo, en el cuento original.
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