El pasado 8 de marzo de 2019 se estrenó en las salas cinematográficos la última película de animación dirigida por el belga Ben Stassen. Autor de otros títulos dirigidos al público familiar como La casa mágica, Robinson, una aventura tropical y El hijo de Bigfoot, esta vez el argumento se centra en una historia de reyes y de perros.
Rex es una especie de perro aristocrático que vive como un monarca en el Palacio de Buckingham. A pesar de ser el favorito de la reina, Rex no está exento de las obligaciones de su rango y, tras ser la causa de un incidente diplomático, es expulsado de palacio y condenado a buscarse la vida como perro vagabundo en el despiadado mundo callejero de Londres.
Poco más ha trascendido del guion, solo que Rex volverá a redimirse ante los ojos de la reina a través del amor.
La historia real de los Corgi para Isabel II
La fascinación que siempre sintió la reina Isabell II por los perros de raza corgi comenzó cuando su padre le regaló su primer cachorro cuando solo tenía seis años.
Ese primer ejemplar fue el principio de una extensa tradición instaurada por Isabell II. Se estima que ha llegado a criar hasta 30 perros de esta raza durante los casi 90 años que han pasado desde que su padre le obsequiara con el primer perrito.
Tras convencerse que sus descendientes no compartían el mismo amor por esta raza de perros, con la muerte de Willow, el último ejemplar vivo de corgi que vivía en palacio, la reina inglesa decidió que ninguno de ellos volvería a corretear por las estancias reales, mordisqueando los pies a su dueña y de los empleados de palacio, y ladrando molestamente a cualquier invitado extraño que se acercase a su majestad.
En los años 80, esta fastidiosa costumbre de los chuchos por mordisquear los pies de la gente obligó a Isabell II a contratar un psicólogo canino para tratar de corregir tan molesta inclinación.
En una ocasión, y en su residencia de Balmoral, uno de los corgi mordió al cartero, por lo que se decidió advertir a las puertas de palacio con un Cuidado con el perro.
2018, última generación de perro corgi en el Palacio de Buckingham
El corgi galés es una raza cuyos orígenes se remontan muy lejos en el tiempo, y es casi tan antigua como la misma monarquía británica, cuando los visigodos desembarcaron en Gales en el siglo IX.
El primer ejemplar de la larga lista de perros acogidos por Isabel II era hembra y se llamaba Susan. Después su número llegó a la treintena durante los casi setenta años del reinado de la monarca.
La prensa inglesa afirma que estos personajes de cuatro patas son los únicos a los que les está permitido corretear con plena libertad por todas las habitaciones y estancias de palacio y que, además, deben ser tratados con mucho respeto.
Durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, la reina hizo su aparición acompañada de algunos de sus corgis.
El corgi es un perro de raza pequeña, de unos 35 centímetros de alto, pesa 12 kilos y tiene un pelaje suave.
El amor de la reina inglesa por esta raza de perros ha convertido a su pedigrí en distintivo de sofisticación. Su pequeño tamaño lo convierte en ideal para vivir en pequeños apartamentos.
En abril de 2018, la familia real británica dio por extinguida la estirpe canina que acompañó a la reina británica desde el día en que su padre la obsequió con Susa, un precioso cachorro corgi que fue el comienzo de una dinastía que acabó cuando fue sacrificado Willow a consecuencia de un cáncer. Fue enterrado en los jardines de palacio.
Holly, Monty y Willow se llevaron toda la atención durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos londinenses. Cuando el príncipe Harry presentó a su novia a la abuela real, los corgis estaban allí para dar su aprobación. Pero, al contrario que con la molesta costumbre que tenían los chuchos de ladrar compulsivamente a los invitados reales, esta vez fue diferente.
“A mí llevan 33 años ladrándome y llega de pronto ella y no hacen más que sentarse a sus pies”.
Lady Di se refería a los perros de la reina como la alfombra andante, ya que siempre se anticipaban a la aparición de su majestad.
Se sabe que en el palacio de Buckingham existía la habitación de los corgis. Un lugar de recreo y expansión para los canes con camas elevadas a prueba de corrientes de aire y platos de plata donde les servían el solomillo o el conejo.
Willow, el último de los corgi de Isabel II
Willow tenía 14 años y murió de cáncer. A fin de evitarle los dolores asociados a un cáncer terminal, Isabel II autorizó a su veterinario para que le durmiese definitivamente. La dinastía corgi de la reina británica había llegado a su fin.
Vulcan y Candy son los últimos perros que viven en palacio, y son dos ejemplares de la raza dorgis, un cruce de corgi y dachshund.
Si en 2007 la corte canina de la reina ascendía a 14 perros, la cifra fue menguando a medida que avanzaba la edad de la monarca. Ello fue atendiendo al consejo de sus médicos para evitar un posible traspiés a causa del correteo juguetón de los chuchos.
Está documentado que los perros dorgis, antes que animales de compañía, sirvieron como pastores que mantenían a raya a las ovejas a base de ladridos y pequeñas mordidas en las patas del ganado.
Esa fea costumbre nunca la perdieron con su domesticación. En 1991 la reina se convirtió en un daño colateral mientras trataba de poner paz en una refriega de sus mascotas. Recibió tres mordidas en su mano izquierda. En la misma batalla canina, su chófer real, John Collins, tuvo que ser vacunado contra el tétano tras llevarse la peor parte.
Uno de los empleados de la reina, cansado de que los animales le mordisquearan una y otra vez cuando iba a darles la comida, decidió darle un escarmiento a Phoenix, uno de ellos, echándole una mezcla de ginebra y whisky. Al parecer solo pretendía gastarle una broma, pero el asunto se le fue de las manos y el corgi acabó muerto, y el empleado despedido fulminantemente por su majestad.
Susan, el primer ejemplar de su dinastía, fue la primera que hirió a un empleado de palacio tras morder al encargado de los relojes reales.
Desde que entró en sus vidas, la reina Isabel los acompañaba a pasear por los jardines de palacio, los llevaba de vacaciones a sus casas de campo e incluso la siguieron en su luna de miel.
En la tumba colocada en los jardines del palacio de Buckingham hay un epitafio que despide a Willow, el último de la dinastía de los corgis que acompañó a la reina Isabel desde quera una niña: “Un fiel compañero de la reina”.